La hipótesis de la higiene parece ser cierta una vez más. Un estudio estadounidense ha demostrado que los niños expuestos frecuentemente a la caspa de los animales, los alérgenos y las bacterias domésticas comunes durante su primer año de vida presentan menos probabilidades de padecer asma, alergias y jadeos. Los resultados se publicaron en el "Journal of Allergy and Clinical Immunology".
Estudios previos ya habían demostrado que los niños que crecían en granjas sufrían asma y alergia con menos frecuencia, mientras que los niños que crecían en las ciudades las sufrían más a menudo. Aunque el estudio llevado a cabo por la Johns Hopkins University en Baltimore confirmó estos datos, parece que el aspecto temporal juega un papel decisivo. Si los niños criados en la ciudad estaban expuestos en gran medida a la caspa de los animales, los alérgenos y las bacterias domésticas antes de su primer año de vida, los índices de alergia y asma se reducían en comparación con los niños que entraban en contacto con estos elementos más adelante.
El estudio incluyó a 467 recién nacidos de las ciudades de Baltimore, Boston, Nueva York y St. Louis y duró hasta que los niños cumplieron tres años. Durante este tiempo, se examinó a los niños periódicamente para comprobar si presentaban alergias, entrevistando a los padres y tomando muestras de bacterias de sus hogares.
Se demostró que los niños que habían entrado en contacto en una etapa temprana con la caspa de los animales, heces de cucaracha y bacterias estaban más sanos al cumplir los tres años. El efecto protector demostró ser incluso acumulativo: a cuantos más alérgenos se expuso a un bebé, menor fue el riesgo de padecer asma y alergias. Entre los niños sanos al final del estudio, el 41 por ciento se crió en hogares con abundancia de alérgenos y bacterias durante su primer año de vida, pero solo el ocho por ciento de esos niños padecieron alergias y problemas respiratorios.
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