
La insulina más metformina estaba asociada con una mayor mortalidad por cualquier causa en un estudio retrospectivo.
Este sera un espacio para aumentar la concientización en las personas de que nuestra salud depende de nosotros mismos, asi que debemos cuidarla. Actualizaciones sobre temas médicos. (Todas las imágenes fueron tomadas de la Web, si alguna tiene prohibición por favor hacermelo saber para eliminarla y cambiar, gracias)
Durante años, la cantidad de diagnósticos de trastorno de hiperactividad con déficit de atención (THDA) ha aumentado de forma constante. En consecuencia, también ha aumentado la prescripción de medicamentos psicoestimulantes. Mediante la medición de la concentración de hierro en el cerebro, científicos de los EE. UU. esperan ahora haber encontrado una técnica de diagnóstico nueva y no invasiva que puede ayudar a predecir el trastorno de manera más precisa. El estudio se ha publicado en "Radiology".
Investigadores de la Universidad de Carolina del Sur (Charleston) examinaron la concentración de hierro en 22 niños con THDA, así como en un grupo de control con 27 niños sanos. Doce de los pacientes con THDA nunca habían recibido ningún medicamento para tratar el trastorno. Los investigadores midieron la concentración de hierro utilizando estudios por imágenes con correlación de campos magnéticos, para los que una muestra de sangre es suficiente y no hace falta el uso de agentes de contraste.
Las concentraciones de hierro en el cerebro fueron significativamente más bajas en los niños con THDA que no estaban recibiendo medicamentos, en comparación con los que estaban recibiendo medicamentos y con los sujetos sanos. Entre los dos últimos, las concentraciones de hierro fueron similares, lo que indica que el tratamiento farmacológico puede normalizar la concentración de hierro. En los tres grupos, la concentración de hierro en el resto del cuerpo fue normal.
El diagnóstico clínico puede mejorar con la ayuda de este biomarcador, especialmente en los casos dudosos, dijo la autora del estudio, Vitria Adisetiyo. Sin embargo, los resultados aún deben confirmarse mediante estudios más grandes.
Escrito por Dr. Eduardo Alegría Ezquerra. En el ejercicio práctico de la cardiología clínica el consejo dietético es algo así como el lobo de los cuentos infantiles. Es cuasi inevitable que aparezca pero sabemos que al final fracasará.
Todos estamos convencidos de la importancia de la alimentación en la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. Y hemos oído hasta la saciedad que la obesidad es la pandemia de los próximos años. Y sabemos cuáles son los cinco pilares de la dieta correcta para los enfermos del corazón y para los que no quieren serlo: calorías, grasas, carbohidratos, alcohol y sal. Y perseverantemente repetimos a cada paciente la letanía de la importancia de la alimentación y les damos atinados consejos al respecto. Nos escuchan atentamente, pero el efecto se les pasa pronto. Otras veces nos limitamos a entregarles un precioso folleto con dibujos a colores y mensajes sensatos. Casi todos lo leen pero pocos ponen en práctica lo que allí se dice. Aún menos lo conservan. Y todos acaban olvidando los mensajes fundamentales.
Es comprensible la desmoralización del profesional tras años de repetir lo mismo… y constatar una y otra vez lo poco que se cumple. Lo malo es que de la consulta de médicos desalentados no pueden salir sino pacientes desmotivados. Y así se cierra el círculo. Al final, muchos médicos se limitan a la pregunta del título: ¿Qué tal lleva Vd. la dieta? Y casi sin escuchar la respuesta, la recomendación es siempre la misma: cuídese un poco más. O vuelven a entregar el folletito, a la vez que la correspondiente receta de cuantos más fármacos mejor. Y hasta otra.
Pero la respuesta de los pacientes suele ser parecida también: “Doctor, si hago la dieta bastante bien” (o “lo mejor que puedo”). Algunos pacientes mienten conscientemente, pero son los menos. La mayoría están convencidos de que no lo hacen mal. Es muy instructivo escuchar las razones que aducen. La principal es: le aseguro que cumplo la dieta los días normales, pero comprenda que me tengo que permitir alguna alegría (no como antes, no vaya a pensar, doctor). Pero entre navidades, semana santa, cumpleaños, aniversarios diversos, fiestas locales de todo tipo, vacaciones, puentes y demás, son bastantes más de 100 días al año (esto es, casi un 30%) los que parece normal y permisible saltarse la dieta. Y así pasa lo que pasa: el paciente tiene la sensación de que “hace bien la dieta” pero el resultado (sobre todo en lo referente al peso) es pésimo.
Frente a ello, la mayoría de los médicos pasan. Otros prescriben frecuentemente exploraciones analíticas para “motivar” a los pacientes a que se cuiden al ver las cifras de lípidos o de glucemia. Los más sabios recurren a los nutricionistas, decisión inteligente y eficaz.
¿Y los pacientes? Unos se desmoralizan y abandonan el esfuerzo. Otros recurren a diversos profesionales -titulados los menos- de mayor o menor entereza, pero pocas veces obtienen resultados duraderos. O se enmarañan consumiendo productos de herboristería o sometiéndose a dietas milagro, de casi nula eficacia y carísimos.
Deberíamos plasmar en hechos concretos el convencimiento de la importancia de la alimentación en la prevención de las enfermedades cardiovasculares aterotrombóticas y en el tratamiento de otras (hipertensión, diabetes, insuficiencia cardiaca). Y, en consecuencia, darle al consejo dietético la importancia que tiene. Para ello hay que dedicar interés, perseverancia y tiempo. Y, si no lo tenemos, buscarlo. O recurrir a los nutricionistas, profesionales bien preparados, que saben mucho y están encantados de colaborar.
En las consultas -y también en los servicios de urgencias- se ven cada vez más asiduamente diversos tipos de pacientes con síntomas variados (palpitaciones, extrasístoles, taquicardia, “subidas de tensión”) cuyo diagnóstico académico se formula genéricamente como “síndromes hiperadrenérgicos”.
Causas bastante frecuentes son el hipertiroidismo o las ferropenias en mujeres jóvenes. Muchos se confunden con taquicardias paroxísticas (o a veces las oscurecen). Bastantes se etiquetan irreflexivamente de “ansiedad”. Pero hay muchos que se deben directamente al consumo inmoderado de bebidas con efecto excitante, xantínico o catecolaminérgico, las cuales están comenzando a convertirse en un problema.
Cada vez hay más personas jóvenes amedrentadas porque presentan los síntomas citados. Y no acaban de creernos cuando les aseguramos que el corazón es normal pero está sometido a un exceso de estímulos externos por ese tipo de bebidas. Aparte el alcohol, que también es una causa frecuente, aislada o combinada. Hay jóvenes que abusan de estos excitantes de forma espeluznante: litros de bebidas con cola, varias con cafeína a dosis altísimas, además de cocaína, pastillas anfetamínicas y qué sé yo qué más. Un verdadero cóctel molotov. No te extrañe que se te acelere el corazón, majo/a, lo raro es que no reviente.
Lo peor es que estas bebidas tienen buena prensa. Una de las más poderosas -o dañinas, según se mire- patrocina varios equipos automovilísticos (bajo diversos nombres en inglés o italiano que publicitan subliminalmente que te dan una fuerza de toro). Otras mueven un negocio mundial de incontables ceros. Además, al estar prohibida la publicidad de bebidas alcohólicas, parece que se han anatematizado estas y se han bendecido las no alcohólicas con una pátina de “benignidad” que las hace parecer inocuas en cualquier cantidad. Bastantes deportistas famosos confiesan sin rubor y hasta con cierto orgullo que consumen latas y latas diarias como la cosa más normal. Todo el mundo conoce y alardea de sus aspectos positivos y nadie se para a pensar en los negativos. Que son bastantes. Para el corazón son dos las consecuencias principales. Una es la relativa a los trastornos metabólicos por los edulcorantes, que dejamos para otra ocasión. La otra es el efecto taquicardizante. Para el cual hay, como para todo, una cierta singularidad o idiosincrasia, pero que en mayor o menor grado a todos afecta.
No es cuestión de demonizar a nadie ni de emprender campañas anti-nada. Con el café el problema es menor. El consumo razonable es bueno, como con casi todo (menos con el tabaco, una vez más). Pero hay dos problemas: el dintel de consumo no perjudicial es muy variable y está por definir; y hay muchos que no son capaces de limitarse a dosis tan “moderadas”. Con el resto de excitantes el problema es que muchos los consumen brutal o agudamente en ciertos momentos, fiestas o requisitos, pero no de forma habitual y morigeradamente. Hoy parece que prima el exceso y lo moderado se tilda de anticuado, cateto, aburrido, rancio o carca. Y así nos va con los síndromes hiperadrenérgicos y los tratamientos “sintomáticos” que muchas veces se les prescriben a los pacientes que los cuentan… ¡a base de sedantes!
Por tanto, ante el paciente que acuda con este tipo de síntomas, aparte de investigar si hay otro problema de los antes citados, indáguese la cantidad y la pauta de consumo de bebidas excitantes y aconséjese firme y razonadamente su abandono o limitación. No simplifiquemos la cuestión informando al paciente con brevedad y al desgaire que el corazón es normal, que los síntomas son banales (¡pero están y preocupan al sujeto!), que se cuide lo que pueda y que la causa es el estrés. De este modo es posible que estemos generando un “síndrome de Ulises”.
Los niveles bajos de vitamina D aumentan el riesgo de muerte prematura. Este es el resultado extraído de un metaanálisis publicado en "American Journal of Public Health". Según el estudio, el riesgo de muerte prematura es del doble en pacientes con niveles bajos de vitamina D.
Investigadores de la Universidad de California, en San Diego, resumieron 32 estudios de 14 países que incluían a 566.583 participantes y que examinaban el nivel de vitamina D y la tasa de mortalidad. De esta manera se hizo evidente una diferencia significativa con respecto a la muerte prematura.
El valor límite en el que el riesgo fue la mitad se encuentra en el nivel de vitamina D de 30 nb/ml. Según el autor principal Cedric Garland, dos tercios de la población de los EE. UU. tienen niveles más bajos.
Según afirman los autores, los suplementos diarios con un máximo de 4000 unidades internacionales de vitamina D no son, definitivamente, perjudiciales. No obstante, se recomienda verificar los niveles de vitamina D anualmente y consultar a un médico acerca de la ingesta de suplementos nutricionales.
Cyclists who drank Montmorency tart cherry juice concentrate before a three-day simulated race experienced less inflammation and oxidative stress compared to those who drank another beverage, according to a new U.K. study published in the journal Nutrients.
A research team led by Dr. Glyn Howatson with PhD student Phillip Bell at Northumbria University gave 16 well-trained, male cyclists about 1 ounce (30 ml) of Montmorency tart cherry juice concentrate mixed with water (equivalent to 90 whole Montmorency tart cherries per serving), or a calorie-matched placebo, twice a day for seven days. On days five, six and seven, the participants performed prolonged, high-intensity cycling intervals – exercise that was designed to replicate the demands of a three-day race.
The researchers collected blood samples and found that markers of inflammation and oxidative stress were significantly lower in the cyclists who consumed the tart cherry juice concentrate compared to those who did not. At one point during the trial, oxidative stress was nearly 30 percent lower in the tart cherry group compared to the other group.
Strenuous exercise can cause temporary inflammation and oxidative stress that can lead to muscle damage, muscle soreness and reduced capacity to recover quickly, explains research lead Glyn Howatson, Ph.D., laboratory director at the Department of Sport, Exercise and Rehabilitation at Northumbria University. He attributes the recovery benefits shown in the study to the natural compounds in Montmorency tart cherries. One of the natural compounds found in Montmorency tart cherries is anthocyanins.
“Previous studies have looked at tart cherries and the effect on recovery following weight lifting exercise and marathon running, but until now there hasn’t been information on recovery following strenuous exercise from cycling,” said Howatson. “We found that those cyclists that consumed Montmorency tart cherry juice had statistically significant lower indices of inflammation and metabolic oxidative stress, which is the first time it has been demonstrated following this type of exercise.”
Tart cherries are available year-round in dried, frozen and juice forms –including juice concentrate, which was the form used in this new study. Montmorency tart cherry juice concentrate can be mixed with water or consumed as a “shot.” It can also be used to make smoothies, mixed with frozen tart cherries or other fruits.
The Cherry Marketing Institute provided financial support for the analysis of inflammatory indices. All other elements of the study were funded by Northumbria University and the University of Ulster, UK. The funders had no role in the study design, data collection and analysis, decision to publish or preparation of the manuscript.
For more information on the growing body of research on tart cherry juice and exercise, visit www.choosecherries.com.
La hipótesis de la higiene parece ser cierta una vez más. Un estudio estadounidense ha demostrado que los niños expuestos frecuentemente a la caspa de los animales, los alérgenos y las bacterias domésticas comunes durante su primer año de vida presentan menos probabilidades de padecer asma, alergias y jadeos. Los resultados se publicaron en el "Journal of Allergy and Clinical Immunology".
Estudios previos ya habían demostrado que los niños que crecían en granjas sufrían asma y alergia con menos frecuencia, mientras que los niños que crecían en las ciudades las sufrían más a menudo. Aunque el estudio llevado a cabo por la Johns Hopkins University en Baltimore confirmó estos datos, parece que el aspecto temporal juega un papel decisivo. Si los niños criados en la ciudad estaban expuestos en gran medida a la caspa de los animales, los alérgenos y las bacterias domésticas antes de su primer año de vida, los índices de alergia y asma se reducían en comparación con los niños que entraban en contacto con estos elementos más adelante.
El estudio incluyó a 467 recién nacidos de las ciudades de Baltimore, Boston, Nueva York y St. Louis y duró hasta que los niños cumplieron tres años. Durante este tiempo, se examinó a los niños periódicamente para comprobar si presentaban alergias, entrevistando a los padres y tomando muestras de bacterias de sus hogares.
Se demostró que los niños que habían entrado en contacto en una etapa temprana con la caspa de los animales, heces de cucaracha y bacterias estaban más sanos al cumplir los tres años. El efecto protector demostró ser incluso acumulativo: a cuantos más alérgenos se expuso a un bebé, menor fue el riesgo de padecer asma y alergias. Entre los niños sanos al final del estudio, el 41 por ciento se crió en hogares con abundancia de alérgenos y bacterias durante su primer año de vida, pero solo el ocho por ciento de esos niños padecieron alergias y problemas respiratorios.
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