jueves, 23 de diciembre de 2010

Feliz Navidad 2010

Les deseo que ésta Navidad esté llena de bendiciones para todos ustedes y que el año 2011 que se acerca sea mucho mejor que este que nos deja. Que Dios les bendiga y que nuestra queridísima Madre Virgen María nos guarde cada dia de nuestras vidas.

jueves, 2 de diciembre de 2010

El incesante movimiento de la vida. (Escrito por el Dr. Carlos Perez Avendaño, Asoc. Guatemalteca de Bioética)

Me permití copiar este artículo tal cual fue escrito, porque creo que todos debemos meditar en estas situaciones. A continuación lo que el Dr. Pérez escribe en el boletín de bioética:
"Introducción: Para referirse a aquella vida a la que el homo haciendo uso de su libertad y de su voluntad le da un sentido, ¿No será más apropiado utilizar el término "existencia"?
Con objeto de averiguar si ese tipo de interrogantes, tienen algún significante objetivo y si acaso tiene cabida ya sea en un boletín de Bioética o en el curso de una Maestría de Bioética, expongo, a manera de ejemplo el problema  que plantean los niño-embriones congelados. Esos bebecitos recién concebidos, esos concepturus, almacenados en congeladoras puede afirmarse, sin lugar a dudas, que no están muertos ya que aún después de varios años pueden ser descongelados y ser así reincorporados a la vida. Entonces, esos bebecitos, esos niños-embriones ahí congelados, que no están muertos ¿Son seres humanos vivientes? ¿O sera que están vivos pero no están viviendo?.
Esos bebecitos tienen vida pero no están existiendo. ¿Sera que el término "existencia" es, en este caso el más acertado?.
¿Cual de esas dos afirmaciones es la más certera?
¿Sera que es más exacto utilizar los términos "animado" e "inanimado", haciendo asi referencia al ánima?
Años después de estar inanimados se procede a descongelarlos y así se les reanima. Si se emplea el término "reanimar" se implica que el ánima puede ser congelada, lo cual es una afirmación que amerita mucho discernimiento.
Nuevamente se nos complican las cosas al recordar que esos niños-embriones, esos concepturus (concebidos aún no nacidos) son un alma espiritual, que ahí es un espíritu hecho carne.
Si a los estudiantes universitarios ya sea de Medicina, de Biología, de Bioética se les plantearan esas preguntas se les induciría a pensar, a meditar sobre lo que es, entre otros, la muerte, el cuerpo, el alma, la materia, la materia animada, la concepción, la fecundación, el inicio de la existencia de un Homo Sapiens Amans, e indudablemente podrían discernir con mayor aplomo al respecto de, entre otros, los anticonceptivos, los abortivos, la fecundación in-vitro, los bebecitos congelados, y, consecuentemente, deducir hasta dónde es que llega el derecho del hombre para modificar el maravilloso orden natural.
A continuación intentaré analizar uno de esos temas.
Con un poco de concentración mental puede uno imaginarse ese incesante va y viene, ese incesante entra y sale de materia que por algún tiempo se incorpora a un sistema que es la vida y a la cual le da una forma que está en incesante cambio desde el instante de su concepción y hasta su muerte.
Es pues, cuestión de lograr imaginarse el cuerpo como algo que no es materia fija como lo es el caso de una escultura, en la cual la materia ahí está, inamovible, sin intercambio, con una forma que no cambia.
Aun cuando las comparaciones no son siempre muy felices, valga la pena imaginarse esas luces de bengala cuyas partículas luminosas, lanzadas al viento, pero cada una de ellas coordinándose con las otras, toman una forma. Pueden tomar la forma de una esfera, de un penacho, de una catarata, pero...es una forma muy fugaz que es una forma ficticia. De ello puede uno darse cuenta cuando alguien dice: ¡¡miren qué linda esfera!! Se comprende entonces que, de verdad, es una forma de esfera que, con las manos, no se puede sostener.
¿Hay allí una esfera luminosa? Ahí podrá verse la forma de una esfera mientras las lucecitas se muevan y se movilicen coordinadamente. Sin embargo, en el momento en que el movimiento cesa, allí, ya no hay esfera alguna. Es pues la incesante, dinámica y coordinada expresión, lo que le da forma.
Imaginémonos ahora unos inmensos, pero de verdad inmensos fuegos artificales que se lanzaran al firmamento y sin detenerse un solo instante, pudiéramos ver los billones y billones de esos cohetes dibujando con sus veloces luces, miríadas de esferas, triángulos, lanzas, penachos, líneas luminosas, y que, todos esos trayectos luminosos, conjuntados, y perfectamente coordinados hicieran aparecer la forma de un cuerpo humkano. Un cuerpo humano es incesante, pero de verdad incesante intercambio de luces que no están fijas, sino que, con su trayecto es que conforman una forma que está en un constante cambio de forma. El incesante movimiento y lo inamovible.
Es imprescindible la presencia de un arquitecto-biólogo, un diseñador de ese orden, de ese ordenadísimo e incesante movimiento de la materia a quien alguien le dio luz y la hizo luminosa. Nanopartículas de luz al ser movilizadas a la par de otras nanopartículas de luz, generan y constituyen un compuesto luminoso que parece obtener una forma, algo así como electrones girando alrededor de protones y conformando átomos, materia.
Alguien le confiere una forma viviente. Una estrella, un multitudinario conjunto de estrellas que ubicadas en un ordenadísimo orden conforman una constelación, como Orión. Pero... las estrellas que conforman Orión, ¡están en movimiento?.
Un orden para movilizarse en orden y un orden para mantenerse inamovible, como inamovibles son las estrellas que conforman Orión.
Por medio de esos fuegos artificiales, puede uno imaginarse cómo fue que todo principió con un cohete que ahí en su adentro sabía cómo estallar  y configurar una esfera. ¿Algo semejante a un zigoto, semejante a un bebecito concebido hace unos segundos? Visualiza uno entonces esas luces de la esfera en incesante movimiento y a cada una de ellas dividiéndose en dos para ser cuatro, y ocho, y mas, para adquirir, conjuntadas, y que adquirieron  la forma de una de esas frutas, la mora. Se ha conformado una mórula cuyas esferas están a su vez persistentemente luminosas y en constante movimiento, división, recolocación, reubicación y todas unificadas por una misma idea la musical danza, todas, una misma melodía.
Pero… la forma de mora es fugaz. Las luces que siguen siendo enviadas al firmamento y que ya saben por donde van a transitar, configuran esta vez, con su trayecto, la forma de una esfera hueca que tiene en su interior a otro grupo de esferas compactadas. Son multitudes de luces que con su incesante trayecto le dan la forma también fugaz de un blastocisto.
No se sabe si el término forma sea el más adecuado. Es que, cuando se habla de que algo tiene una forma, uno se imagina algo estático, como una mesa o una escultura. Hablamos aquí de algo que es un incesante cambio de forma, que es una forma que cambia de forma cada infinitésima de segundo, porque es una forma que no es forma. Es un movimiento incesante de materia que, con su persistente transitar, hace aparecer una forma que está ahí, mientras haya movimiento.
¿Podría acaso afirmarse que esas luces de bengala tienen forma? Parece entonces como si fuera necesario un nuevo término para referirse a lo que la materia en incesante movimiento hace aparecer ante nuestros ojos.
Materia que se ha incorporado a un inteligente sistema coordinador y unificador escondido en un cohete diseñado por alguien y que al encenderse es un Big Bang inicia su también indetenible y ordenadísima expresión y que cual iluminadas balletistas unificadas y coordinadas  por un unificador interpretan la sinfonía de la vida.
La cambiante materia no es lo que es. Lo que de verdad es, es ese saber ahí escondido dentro del cohete y que se hace luz y que nos dice algo bello. La vida.
La sinfonía de la vida, sigue siendo interpretada por más y más lucecitas que se dividen y se dividen y, que son, cada vez más, y más incorporadas a ese sistema, por un principio unificador presente en la mente del Compositor – Director que con su acompasado movimiento conforman un ente que con su indetenible movimiento, se expresa, nos dice algo. Un átomo, una luz de bengala, un bebecito, un blastocisto, un niño.
Lo que de verdad existe es esa inteligente secuencia en la expresión, la sabia secuencia escondida en el cohete en donde reside ese germen inteligente que le dice a cada partícula cuándo encenderse y lanzarse, qué camino seguir, cuando dividirse, y entre todas ellas, balletistas que danzan la misma sinfonía, contarnos una historia de vida.
Imaginémonos nuevamente esa sabia melodía escondida dentro del cohete, tal y como está escondida invisible en la mente del Compositor – Directos, la sinfonía cuya expresión musical durará muchos años, unos ochenta. Tantos años como años dura la incesante expresión de la vida de un ser humano existente desde su concepción y hasta la muerte.
Ya no es… pero sigue siendo
La mente humana no logra visualizar a esas miríadas y miríadas y más miríadas de partículas de materia que se encienden, se dividen, parten en dos, se apagan y ceden lugar a otras nuevas que así ingresan a formar parte y así participar en la interpretación danzante que ese ballet ejecuta.
Es difícil imaginarse el constante e indetenible cambio de forma resultante del incesante movimiento  coordinado por un sabio principio coordinador, y que, viéndolo bien, es lo que anima a la materia. Es entonces cuando nos damos cuenta de cómo es que esa melodía inició su existencia con la forma de una esfera (zigote) que era, en realidad, consecuencia de un movimiento coordinado de multitudinarias partículas cuya presencia, es fugaz. Lo que no cambió fue el mensaje musical presente en la mente del Director – Compositor. Desde su preludio y hasta su final. La materia no fue la misma, la forma no fue la misma, la forma fue el movimiento. Lo que siempre fue lo mismo: la sinfonía concebida por esa inteligentísima sabiduría en la mente del Compositor.
Por eso podemos afirmar que representar mediante un dibujo a un hombre viviente es descalificarlo. Ya que no nos permite contemplar su expresión, su vida.
Ya no es, pero sigue siendo
Vale la pena, ahora, pensar nuevamente sobre el significado del término forma y del subtítulo “Ya no es, pero, sigue siendo”. ¿Qué es lo que es? ¡Que es lo que sigue siendo? ¡Sera el cuerpo? ¿Será el alma? O ¿Será el espíritu?
Ahora mismo, cuando estamos contemplando el incesante movimiento de Carlitos – zigoto, bebecito recién concebido viviente, imaginémoslo como a esa enorme esfera luminosa constituida por millones y millones y más millones de esferitas de luz que le dan forma y le hace vivir. ¿Será que “vivir” es el incesante cambio de forma? ¿Será que es la luz que, incorporada a una idea inteligente, hace una vida?
Vida es la materia en constante movimiento coordinado y unificado por un ánima que la anima, la hace expresarse y existir. ¿Estará de acuerdo con esta definición, un estudiante de Bioética?
Hay quienes, al contemplar un bebecito recién concebido, un concepturus viviente, interpretando su sinfonía existencial, logran oír y así escuchan esas cadencias musicales. Hay quienes, al contemplar un concepturus viviente, además de la cadencia musical que les emociona, logran oír y escuchar la letra que les emociona aún más. La Opera Rigoletto, inmaterial e invisible pero ahí presente en la mente de Verdi, fue antes que nada concebida en esa mente genial. Fue después que esa idea fue expresada cadencialmente, con su inconfundible Preludio, luego su famosa obertura, el aria La Donna é Mobile, el finale. El incesante cambio de expresiones pero el mismo Rigoletto dese su concepción y hasta su muerte.
La idea es lo primero. Posteriormente esa idea anima la materia y conforma el genoma de ADN mediante el cual, la idea se expresa. Es la idea la que vive.
La idea de Rigoletto concebida en la mente de Verdi fue posteriormente, puesta en blanco y negro. Ahí estaba el genoma ADN con sus genes ubicados en su lugar designado y con su itinerario impreso en forma de partitura. Si acaso un fortuito accidente hubiera destruido a Verdi esa partitura y también la idea primigenia, la totipotencial idea, la belleza de esa genial, bella y amante idea habría seguido viviente, en la mente de Verdi.
El amor inteligente
El amor inteligente, es un don exclusivo del ánima espiritual que anima al Homo. Por ello, al célebre aforismo de Descartes, “pienso, luego existo” (cogito ergo sum) habrá que agregarle aquel de Ezra Pound, “amo, luego existo” (amo ergo sum) y al nombre científico del Homo Sapiens, agregarle el amans. Homos Sapiens Amans. ¿Qué piensa de ello el estudiante universitario?