Querida Hija Mía:
Sé cuán abrumada te sientes. La carga es tan pesada que a veces sientes que no podrás continuar. El peso de las responsabilidades es tanto que a veces no tienes tiempo ni para descansar. Se ha hecho difícil seguir el camino sin mirar atrás, pero como sabes que la mejor decisión que tomaste ha sido servirme y creer en mí; aunque agotada, no te has rendido.
Yo soy tu Padre Amante, el que te sostiene, quien nunca te ha dejado sola. Aunque no lo logres ver ahora, mis pensamientos y mis caminos son más altos que los tuyos. Mi gracia ha sido derramada sobre ti, yo te he dado las armas para que pelees y ganes esta batalla.
El día de hoy quiero que sientas mi Espíritu Santo inundando tu vida, fortaleciéndote, infundiendo nuevos alientos, depositando una alabanza nueva. Hoy quiero dar un refrigerio especial a tu alma para que puedas recibir la paz que sobrepasa el entendimiento y se sobrepone a las circunstancias.
No hay nada imposible para mí. Conozco cada detalle, lo que te preocupa, lo que callas, lo que te duele, lo que mi pides y lo que esperas. Recibirás respuestas, experimentarás mi gloria, cantarás victoria. ¡No temas, esfuérzate y sé valiente! Cobra ánimo, no desfallezcas. Yo renuevo y deposito de mi aceite sobre tu vida; unción fresca y gozo en medio de la prueba. Tú no estás sola, yo estoy contigo en todo el trayecto.
Cada palabra que he dicho será cumplida. A los tuyos los tengo en el hueco de mi mano. Están a salvo, están seguros. Yo he de suplir todo cuanto falte, tú serás testigo de mi provisión. Tú me has dado, pero yo te daré aún más. Porque el que en lo poco me es fiel, en lo mucho me place poner. Miro tu corazón y quiero que sepas que observo y enjugo cada lágrima. Descansa en mi presencia y espera con tranquilidad la bendición que habrás de recibir.
De tu Padre Que Te Ama,
Dios
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