Es de sobra conocido que el consumo de cantidades suficientes de
fibra consigue saciar el apetito. Sin embargo, aún se desconoce en gran
medida lo que sucede realmente durante este proceso. Un equipo
internacional de investigadores de la Escuela Imperial de Londres
(Imperial College London) y del Consejo de Investigaciones Médicas
(Medical Research Council, MRC) ha descubierto una molécula de acetato
contra el apetito que se libera al digerir la fibra en el intestino.
Cuando llega al cerebro, esta molécula activa una señal para dejar de
comer. Se ha presentado un estudio sobre este tema en “Nature
Communications”.
Para este estudio se examinaron en modelos de
ratón los efectos de la fibra inulina que se asimila al ingerir
achicoria, barras de cereales y remolacha azucarera. Se observó que los
ratones que ingerían una dieta alta en grasas a la que se añadía inulina
comían menos y ganaban menos peso que aquellos que recibían
exclusivamente una dieta alta en grasas. Tras un análisis más detallado,
los investigadores encontraron concentraciones más elevadas de acetato
en el intestino de los animales que recibieron inulina que entre los
ratones del grupo de control.
Mediante tomografía por emisión de
positrones (TEP) se hizo un seguimiento del trayecto que recorría la
molécula desde el colon, el hígado y el corazón hasta el hipotálamo, que
controla el hambre. Esto sucede porque el acetato desencadena
reacciones químicas que conducen a la activación de neuronas de
proopiomelanocortina (POMC), que se sabe que suprimen el apetito.
También se obtuvo un efecto de reducción del apetito inyectando acetato
en ratones, afirman los autores del estudio.
“El mayor desafío
consiste en encontrar la manera de administrar la cantidad de acetato
necesaria para suprimir el apetito de una forma aceptable y segura para
el ser humano. El acetato solo permanece activo durante un breve periodo
en el organismo, por lo que si nos centráramos en un producto
íntegramente a base de acetato habría que encontrar una manera de
administrarlo gota a gota e imitar su liberación lenta en el intestino.
Otra opción es centrarse en la fibra y manipularla para que produzca más
acetato de lo normal y que se necesite menos fibra para obtener el
mismo efecto”, ha explicado Gary Frost, el director del estudio, en
cuanto a los posibles planteamientos.
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